Todo comenzó en el año 2002 cuando yo palpándome mis mamas como todos los meses hacía, descubrí un pequeño “bultito” y enseguida llamé al Dr. Otero Boado, mi ginecólogo. Su enfermera me dio cita y después de la palpación mamaria pertinente, me comentó que no era nada, que tenía las mamas fibroquísticas y que no le diera importancia, pero yo aún así, le pedí una ecografía para quedarme tranquila. Me envió al Sanatorio Modelo donde me realizaron dicha prueba y se la llevé con el sobre cerrado y ya que iba a su atención, mi gran error. Yo siempre había pensado que cuando te entregan un sobre cerrado a nombre de tu especialista, no es para uno, sino para el médico, ¡qué error!, con el tiempo comprendí que es mi prueba, que es mi cuerpo, y que si hay algo maligno, la que lo tengo soy yo. Llegué a consulta, el Dr. Otero Boado abrió el sobre, lo leyó para él y me dijo que todo estaba bien, y dicho sobre se lo quedó.
Al año siguiente, otra vez la misma historia. Yo acudía puntualmente a mis citas de la índole que fueran, soy una persona tremedamente ordenada, tomo nota siempre de cuando me tocan las consultas, y la historia se repitió, a pesar de que yo me volví a quejar de lo mismo.
Así continuaron las cosas hasta que en el año 2007 después de ir a consulta con él y de llevar varias ecografías y una mamografía, decidí pedir una segunda opinión ya que dicho “bultito” ya se había convertido en un “bulto” que no me parecía de un tamaño normal y estaba realmente asustada. Ahora sí que ya no dormía, estaba muy preocupada e incluso le decía a Óscar que lo palpara y a él tampoco le parecía normal, dentro de nuestra ignorancia en este campo.
En Febrero me voy a la consulta de un nuevo ginecólogo, me manda hacer una ecografía en donde aparecen dos nódulos de un tamaño considerable y me envía al cirujano, éste repite la ecografía, me hace una mamografía, una biopsia y en abril voy a su consulta para saber los resultados. Jamás olvidaré la cara del cirujano, yo creo que pensaba en lo joven que era, en que tenía a mi madre y a mi marido al lado, y no sabía como decírmelo, pero llegó el momento y me dijo que lo sentía mucho pero que aparecían células cancerígenas en las pruebas. Mi madre se quedó inmóvil y Óscar se movía por la consulta de un lado a otro diciendo “no puede ser, no puede ser”.
Después de explicarme lo que me iban a hacer y mientras el cirujano salió a llamar a la enfermera con Óscar, me abracé fuertemente a mi madre e intentando contener mis lágrimas, le dije: “Mamá, no quiero ver que te caiga ni una sóla lágrima cuando yo no esté, voy a salir adelante”.
Ese mismo día mis padres hablaron con sus amigos (Marigel y Juan) y ellos les aconsejaron que me pasara a la Seguridad Social. Creían que extirpar una mama era muy sencillo (era lo que me pretendía hacer el cirujano), pero que hay otras alternativas y que existía un cirujano amigo personal y de profesión de ellos que era una eminencia en este campo, que me lo pensara y si quería ellos hablarían con él, pero que me tomara mi tiempo. Pero… no había tiempo que perder y decidí pedir una cita con mi querido Dr. Juaneda, su plan fue totalmente opuesto al anterior y yo me fié de él 100% y me pareció muy coherente, además de tremendamente humano. Me aconsejó que llorara todo lo que necesitara y me desahogara y después que fuera muy positiva. Él me propuso darme quimioterapia durante 5 meses para reducir los tumores con el fin de que la cirugía fuera lo menos agresiva posible y así hicimos. Me envió a la oncóloga. Recuerdo que me despidió con un fuerte abrazo y un gran beso en mi mejilla derecha, no lo olvidaré jamás, ¡cuánto se lo agradecí y cuánto se lo agradezco aún hoy!.